Abel, de 35 años, vive con su madre en el Prat de Llobregat, una pequeña ciudad en las afueras de Barcelona. Toda su vida transcurre en los confines de su pequeño negocio familiar, la casa de su madre, la cama de su novia, el quiosco de la esquina y los bares del vecindario. Por lo visto, una vida monótona y rutinaria. Siempre los mismos problemas, las mismas caras, las mismas conversaciones. Día tras día, hora tras hora. Sin embargo, la vida de Abel no es lo que parece. Detrás de su calmada y afable apariencia hay un abismo, un abismo para el que no se puede encontrar ninguna explicación pero que se repite inexorablemente. Una tarde de martes, Abel vuelve a matar.
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