En 1189, el conde de Urgell Ermengol VIII dio unas tierras de la Horta d'Avall para que se construyera un monasterio de monjas de la orden de Sant Benet. Este emplazamiento era conocido como Les Franqueses y la principal impulsora del proyecto fue la madre del conde, Dolça de Foix.
A partir del siglo XIII se constituye una importante comunidad monástica con más de cincuenta monjas, cuatro sacerdotes, un diácono y ocho siervos. Con el tiempo el monasterio acumuló un amplio patrimonio, pero debido a difícil gestión y al aislamiento, en el siglo XIV se inicia un período de decadencia.
A pesar de los esfuerzos por revertir la situación, el monasterio se vio forzado a ser adscrito al priorato de Poblet, que en 1700 lo vendió al noble Francesc Portolà (abuelo de Gaspar de Portolà), quien lo convirtió en una explotación agrícola .

Del antiguo cenobio hoy sólo queda la iglesia, algunos vestigios del muro de cierre y el basamento del claustro.
Santa Maria de les Franqueses es una construcción típica del Cister, con planta de cruz latina cubierta con bóveda de cañón en el crucero y apuntada al resto de la nave. Tiene tres ábsides, de los cuales sólo se manifiesta uno en el exterior, y capillas en el transepto. Las ventanas son de arco de medio punto, y el rosetón es doblemente bocinado, decorado con elementos geométricos y vegetales. El interior es bastante austero y prácticamente no hay decoración, a excepción de algunos elementos muy estilizados.
En cuanto a otros espacios del monasterio, se cree que en la zona del claustro también habría habido el refectorio, la sala capitular y la biblioteca. También se cree que en un piso superior estarían las estancias de las monjas.